la inmensidad de los días y la pequeñez de la vida.
Es una tristeza que, como una arruga en la cara,
se pega en el alma y se refleja en los ojos,
aún el mejor actor no puede esconderla,
pues el brillo desaparece de la pupila
y la mirada se torna triste, como el alma. Mas la felicidad también marca.
¡Ah!, cuando se es feliz, los ojos brillan,
la sonrisa aflora sola, el alma está hechizada,
la imaginación anonada, pareces emocionada.
Como hierro a rojo vivo, la felicidad deja su huella.
Más no son emociones simples, las que nos mueven,
son esas tristezas grandes y esas felicidades mínimas,
que marcan el alma, las que nos cambian de rumbo.

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