que me apresuré a levar anclas,
y partí rauda buscando tu puerto.
Pero fue un espejismo, de olas feroces,
golpeando mi nave, ahuyentando mi sueño.
Llorando en la tarde, con el sol acuestas,
vi hacia el horizonte y no había nada. Tu puerto no estaba... nunca lo estuvo,
me rompí en pedazos el alma,
sentí el naufragio acercarse.
Me aferré al timón con fuerza,
busqué el camino de las estrellas.
Vagabundee en mi océano,
No hallé nada, pero lo tenía todo.
Maldito necio, no podrás conmigo,
mi fe es de hierro, no me quiebro;
anclaré de nuevo y repararé tu daño.

Me gusta tu blog.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Abrazos, Gris
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